hace años me plantaste margaritas en el pecho,
pero luego te olvidaste de quererme y de regar.
el parterre de mi cuerpo las conserva día a día,
algo secas, algo chuecas, pero viven todavía.
es la sed lo que les queda cuando aún piensan en ti:
esos lagos de sudor humectándome la espalda
y ese río de saliva de la boca a la entrepierna,
en el semen que caía como lluvia sobre el pecho
y esa lágrima porfiada siempre al pómulo aferrada.
a tus lágrimas mis flores no pudieron conocer,
mas las mías las ahogan cuando no puedo dormir
y en desvelo por las noches me pregunto todavía
si hice todo lo posible, o qué más podría hacer.
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