Soñé que estabas atado a mi cama y me mirabas con pavor, yo
te abría el pantalón y lo arrastraba hasta tus rodillas. Cuidadosas, mis manos siempre frías, acariciaban
tu pene lánguido, muerto de miedo, a diferencia de tus ojos, vivos de miedo, verdes como nunca, verdes como
siempre, como tu cara y tu conciencia. No pude esperar más. Por la inercia de la excitación, mi mano izquierda se poso en tu abdomen y la otra se aferró
a tus genitales, y en un empuje, en un desgarro, la
sangre tintó las sabanas, tinto mis manos, y tú gritaste, y tu grito ¡Oh tu grito! ¡Que placer me dio! Enseguida,
sobreexcitado, te arranque los ojos, y otro grito, otro orgasmo, otra eyaculación de sangre.
¡Que sueño más húmedo!
¡Que sueño más húmedo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario